“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Isaías 43:2
Jesús dormía plácidamente mientras estaba en la barca cruzando al otro lado del lago y se levantó una gran tempestad que sacudía fuertemente la embarcación. Las olas y el viento hacían crujir esa débil barca. Los discípulos sintieron miedo por sus vidas y el Maestro dormía como si nada estuviera sucediendo. El estaba en una posición cómoda de relajos, descansando como si estuviera en el mejor hotel y sus discípulos viviendo una situación incómoda, difícil, de espanto, con impotencia,en definitiva no sabían que hacer.
Hay momentos de nuestras vidas que Dios permite la tempestad y que seamos azotados por las olas, el viento y la tormenta. Miramos para todos lados buscando explicación, repuestas de lo que estamos viviendo, impotentes ante el desastre que nos asusta, que no deja pensar bien y centrarnos para salir del problema. El temor nos paraliza y no vemos nada positivo. Creemos que Dios nos ha abandonado y nos ha dejado solos. Buscamos ayuda y nos dan vuelta la espalda quienes nunca pensamos. Comienzas a ver todo negativo, hasta tu sombra te quiere derribar. Nadie te entiende, te das cuenta que estás en un mundo insensible donde a nadie le importa lo que te sucede. Muchas veces dices “Dios me ha dejado, se olvidó de mí. Cómo me puede estar pasando estas cosas si estoy en los caminos del Señor y trato de agradarlo a Él”.
Dios no prometió que no habría tempestades en nuestra vidas; todo lo contrario Él dijo que vendrían muchas tempestades, por eso nos aconseja que nuestra edificación no sea sobre arena sino sobre roca, donde los vientos no la puedan derribar. Si la construimos en la arena, por pequeña que sea la tempestad la derribará.
Los discípulos estaban juntos a Jesús que dormía en la barca las olas, el viento y la lluvia no cesaban, seguían golpeando con ímpetu. No porque estamos en Dios vamos a pasar inadvertidos por las tempestades de la vida.
Si estás pasando en tu vida por una tempestad y el miedo y las fuerzas te flaquean por el tanto remar, sólo te puedo decir que no estás solo, Jesús esta contigo Él es la roca sobre la cual tiene que estar nuestro fundamento.
Dios permite la tempestad para probar nuestra fe y nuestro cimiento. A los discípulos les dijo “¿Dónde está vuestra fe?”. Eran hombres que se habían empapado de Jesús, vivieron cada milagro suyo y les dijo que ellos harían milagros mayores que su Maestro.
Así como a Moisés en un momento cuando el pueblo de Israel sale de Egipto y el Faraón los acorrala en el mar Jehová le dijo: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”.
Para Moisés era la vara; hoy para nosotros es el Espíritu Santo quien nos da poder.
Dios permite la tempestad y sabe que tú y yo podemos salir del momento que nos aflige. Nos pide que creamos en el Poder que nos ha dejado, que es el Espíritu Santo que nos lleva a toda verdad y justicia Iglesia Dios está con nosotros; sólo nos pide que tengamos Fe y hagamos lo que nos corresponde como hijos de Dios. Que no le tengamos miedo a la tempestad. Él nos ha dado poder para reprender a la tempestad y ser hombres y mujeres donde pueda operar el milagro de Dios por intermedio nuestro.
Jesús estaba en una posición de tranquilidad, seguridad y podía dormir placidamente ante la adversidad estando en el mismo lugar de los discípulos.
Los discípulos estaban en una situación incomoda, de pavor, impotencia, aterradora que temían por sus vidas. Porque no estaban en la posición de Jesús de poner toda su confianza en Dios. Ellos le temían a la adversidad porque no tenían la certeza de que Dios estaba con ellos.
“Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias”. Salmos 34:6
Fuente: Pastor Marco Gajardo
Jesús dormía plácidamente mientras estaba en la barca cruzando al otro lado del lago y se levantó una gran tempestad que sacudía fuertemente la embarcación. Las olas y el viento hacían crujir esa débil barca. Los discípulos sintieron miedo por sus vidas y el Maestro dormía como si nada estuviera sucediendo. El estaba en una posición cómoda de relajos, descansando como si estuviera en el mejor hotel y sus discípulos viviendo una situación incómoda, difícil, de espanto, con impotencia,en definitiva no sabían que hacer.
Hay momentos de nuestras vidas que Dios permite la tempestad y que seamos azotados por las olas, el viento y la tormenta. Miramos para todos lados buscando explicación, repuestas de lo que estamos viviendo, impotentes ante el desastre que nos asusta, que no deja pensar bien y centrarnos para salir del problema. El temor nos paraliza y no vemos nada positivo. Creemos que Dios nos ha abandonado y nos ha dejado solos. Buscamos ayuda y nos dan vuelta la espalda quienes nunca pensamos. Comienzas a ver todo negativo, hasta tu sombra te quiere derribar. Nadie te entiende, te das cuenta que estás en un mundo insensible donde a nadie le importa lo que te sucede. Muchas veces dices “Dios me ha dejado, se olvidó de mí. Cómo me puede estar pasando estas cosas si estoy en los caminos del Señor y trato de agradarlo a Él”.
Dios no prometió que no habría tempestades en nuestra vidas; todo lo contrario Él dijo que vendrían muchas tempestades, por eso nos aconseja que nuestra edificación no sea sobre arena sino sobre roca, donde los vientos no la puedan derribar. Si la construimos en la arena, por pequeña que sea la tempestad la derribará.
Los discípulos estaban juntos a Jesús que dormía en la barca las olas, el viento y la lluvia no cesaban, seguían golpeando con ímpetu. No porque estamos en Dios vamos a pasar inadvertidos por las tempestades de la vida.
Si estás pasando en tu vida por una tempestad y el miedo y las fuerzas te flaquean por el tanto remar, sólo te puedo decir que no estás solo, Jesús esta contigo Él es la roca sobre la cual tiene que estar nuestro fundamento.
Dios permite la tempestad para probar nuestra fe y nuestro cimiento. A los discípulos les dijo “¿Dónde está vuestra fe?”. Eran hombres que se habían empapado de Jesús, vivieron cada milagro suyo y les dijo que ellos harían milagros mayores que su Maestro.
Así como a Moisés en un momento cuando el pueblo de Israel sale de Egipto y el Faraón los acorrala en el mar Jehová le dijo: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”.
Para Moisés era la vara; hoy para nosotros es el Espíritu Santo quien nos da poder.
Dios permite la tempestad y sabe que tú y yo podemos salir del momento que nos aflige. Nos pide que creamos en el Poder que nos ha dejado, que es el Espíritu Santo que nos lleva a toda verdad y justicia Iglesia Dios está con nosotros; sólo nos pide que tengamos Fe y hagamos lo que nos corresponde como hijos de Dios. Que no le tengamos miedo a la tempestad. Él nos ha dado poder para reprender a la tempestad y ser hombres y mujeres donde pueda operar el milagro de Dios por intermedio nuestro.
Jesús estaba en una posición de tranquilidad, seguridad y podía dormir placidamente ante la adversidad estando en el mismo lugar de los discípulos.
Los discípulos estaban en una situación incomoda, de pavor, impotencia, aterradora que temían por sus vidas. Porque no estaban en la posición de Jesús de poner toda su confianza en Dios. Ellos le temían a la adversidad porque no tenían la certeza de que Dios estaba con ellos.
“Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias”. Salmos 34:6
Fuente: Pastor Marco Gajardo
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